EL GRIAL

Hay algunos datos de interés sobre el Grial de la catedral de Valencia que hacen que pueda considerarse verosímil, si bien nunca demostrable de modo definitivo, que este cáliz pudo ser el utilizado por Jesús de Nazaret en la última Cena. La pieza de arriba-el resto son añadidos posteriores- es de ágata sardónice que procede de zonas vecinas a Palestina, posiblemente de Siria, y los arqueólogos afirman que es una pieza tallada entre el siglo IV a.d. C. y el I de nuestra era y que es propia de un taller oriental. También se sabe que a los recipientes de estas características se le llamaba comúnmente la “copa de bendición” y la usaban los judíos en la cena de Pascua. A este dato se añade que hay textos como el “Canon Romano de la Misa” que dice que los primeros papas utilizaban para celebrar la Eucaristía el cáliz de la Última Cena que había llegado hasta ellos y este Canon nombra a este cáliz como “…et hunc praeclarum calicem” cuya traducción dice “este mismo cáliz preclaro”.

La historia nos habla de la gran persecución del emperador Valeriano contra los cristianos siendo papa Sixto II y su diácono san Lorenzo (siglo III). A partir de este hecho histórico, aparece la leyenda que cuenta como san Lorenzo mandó a alguien a esconder en lugar seguro las reliquias que había recibido del Papa. De este modo, el cáliz llegó a la familia del santo en Huesca y, con el tiempo, hizo un recorrido por diferentes lugares de la jacetania aragonesa hasta que se guardó en el monasterio de San Juan de la Peña. Esta entrega del Grial por parte del papa Sixto II a san Lorenzo para que este lo ocultase, está representada en un capitel de la catedral de Jaca. Es en el siglo XI cuando se le añaden la base, las asas, las perlas y las piedras preciosas. En 1399, el cáliz, ya llamado el Santo Cáliz, pasa a pertenecer a la Corona de Aragón y el rey Alfonso el Magnánimo se lo lleva a su palacio de Valencia para después donarlo a la catedral en donde se conserva hasta hoy. Descubierta en 1960, este cáliz tiene una inscripción en la base en caligrafía cúfica árabe que se supone del siglo XII atribuida a un judío converso de Huesca y que dice “Li Lzahira” que se traduce como “La (copa) resplandeciente”. Se sabe que este judío llamado Pedro Alfonso de Huesca estuvo vinculado a la Corte de Aragón y muy posiblemente tuvo acceso al cáliz en San Juan de la Peña según sostienen diversos historiadores.

En cuanto al término grial, es curiosa su similitud fonética con el nombre del arcángel Gabriel, “la fuerza de Dios” cuya función principal es la de mensajero divino. Recordemos su mensaje a María, el dictado de la Revelación del Corán al Profeta o el anuncio a Abraham del nacimiento de Isaac. La pronunciación de este nombre en hebreo y en árabe, Jibrail, es muy similar. Desde este marco simbólico el Grial sería el “mensaje” y testimonio de la Nueva Alianza establecida por Cristo entre Dios y la humanidad. Si la anterior alianza era representada por el maná que contenía el Arca- el pan, el cuerpo-, ahora lo es el vino que contiene el Cáliz-la sangre- que ahora es vehículo de la nueva “sustancia” crística. Por eso, la Eucaristía se celebra tanto con el pan de la antigua alianza y como con el vino de la nueva.

Es a finales del siglo XII cuando el mito del grial llega a la literatura y, con ella, al ideario popular. Alcanza gran difusión la novela del británico Robert de Boron en donde narra que el propio Jesús le entrega el grial al de Arimatea para que lo lleve a Britania y es allí donde este mito se mezcla con la literatura de las leyendas artúricas. Por su parte es el poeta francés Chrétien de Troyes, llamado el padre de la novela occidental, también en el siglo XII, el que utiliza por primera vez el mito griálico para escribir su novela Perceval o el cuento del Grial (texto inacabado) o Lancelot, el Caballero de la Carreta, obras en las que incorpora al mito griálico el pujante ideal caballeresco. Luego es Wolfran Von Eschenbach (siglo XIII) con su largo poema Parsifal el que da un nuevo giro literario al mito e introduce elementos nuevos como el del rey Anfortas y el castillo de Munsalvaesche. De este modo, la rica y evocadora creación literaria de estos autores penetra de un modo más potente en el ideario popular que el discreto relato del grial de san Lorenzo que se encontraba en San Juan de la Peña, un lugar remoto y perdido entre montañas. Mucho más tarde fue el estrafalario y ocultista escritor Josephin Peladan (1858-1918) quien vincula el Munsalvache literario del Parsifal con el Montsegur cátaro y, sobre todo, es Antoine Gadal (1877-1962), nacido en tierra cátara, el que en su obra En el camino del Santo Grial y, por “intuición mística”, afirma que los cátaros tuvieron el grial, tesis inmediatamente aceptada por los nazis a través de Himmler y Otto Rahn (1904-1939) que la toma para su obra Cruzada contra el grial en la que agradece a Gadal sus aportaciones. Obviamente, la relación de los cátaros con el grial nace de las fantasías nazis y de la imaginación de Gadal, sin que estas tengan la más mínima base ni histórica ni tradicional.

Sin embargo, la Tradición Cristiana sí utiliza el símbolo del Cáliz para hablarnos del trabajo alquímico espiritual en una bellísima metáfora referida al corazón

PRIMERA FASE. Encontrarlo. Es decir, entender que no se refiere a ningún tesoro material ajeno ni oculto ni lejano, sino al propio corazón. Ese “descubrimiento” permite que el fuego del alma y la luz de la consciencia participen en la Obra.

SEGUNDA FASE. Vaciarlo. Quitar todo aquello que impida que la Gracia lo llene. Es un proceso de aligeramiento, de quitar del corazón todo aquello que, por naturaleza, no le pertenece y le pesa.

TERCERA FASE. Limpiarlo. Una vez vacío, es preciso limpiarlo y purificarlo para que pueda recibir la Gracia que solo llega en la pureza de la inocencia. La clave es la generosidad, la dulzura y el servicio frente a los demás y frente a sí mismo.

CUARTA FASE. Alinearlo con la fuente. La práctica de la virtud y la siembra del bien, son las que permiten ese alineamiento que se logra en el equilibrio del “punto medio” entre lo que es del mundo y lo que es de Dios. Se ponen en valor la honra como ser humano y la nobleza como ser trascendente.

QUINTA FASE. Llenarlo lentamente. Es un proceso en el que, gota a gota, se aúnan a lo anteriormente mencionado, la humildad, la indiferencia a los honores del mundo y la paciencia.

Más tarde, vendrá el momento en el que el Vaso desborde y su contenido, la sustancia dorada, se derrame y llegue lentamente a todo aquello que forma la verdadera estructura del ser humano y sea el componente y materia prima principal del “cuerpo de luz”.

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